Una de las fases en las mudanzas que más trabajo suele representar es la del embalaje (con permiso de cargar la furgoneta o camión). En las dos próximas entradas me gustaría ofrecer unos
consejos sobre este tema y además comentar uno de los pasos previos, conseguir las cajas. Así, hoy nos centraremos en el intrincado mundo de las cajas para mudanzas, y dejaremos para la
próxima ocasión el proceso de embalaje.
Normalmente todo lo que voy a comentar forma parte del sentido
común, pero cuando estás inmerso en una
mudanza hay cosas que se pasan por alto, bien porque se haya dejado todo a última
hora por cualquier motivo o porque con las ganas de terminar pronto y quitarnos de encima la mudanza metemos la
pata.
En la anterior entrada vimos lo recomendable que era decidir
qué se venía con nosotros y qué se quedaba. Incluso podíamos sacar algún euro
con objetos que ya no utilizamos. También destacamos la importancia de
organizar todos los documentos para tenerlos a buen recaudo durante la mudanza
y no olvidar todos los trámites burocráticos que hay que hacer antes de
marcharnos a nuestra nueva residencia.
Una vez ya está todo decidido, nuestra siguiente misión será
conseguir cajas para la mudanza. En este caso suponemos que todo el proceso
corre por nuestra cuenta.
Lo primero que hay
que tener claro es que no podemos quedarnos cortos con las cajas. No es
cuestión de almacenar sin sentido cajas y más cajas, pero con toda probabilidad
necesitaremos algunas más de lo que en principio imaginamos. También hay que
tener en cuenta que necesitaremos varios tamaños, lógicamente no podemos tener
únicamente de uno sólo.
Para conseguirlas, la vía rápida es acudir a agencias de
transporte o empresas de mudanzas, donde incluso encontraremos packs con
distintos tamaños y cantidades. En estos casos nos aseguramos cajas de calidad
y de distintos tipos, desde la caja clásica hasta reforzadas, pasando por las
de varias capas, cajas armario…
Con esta opción nos aseguramos la integridad de
las cajas y evitamos sorpresas como roturas o humedades que no habíamos visto y
que acaban pudriendo la caja. Algo que descubriremos en el momento más inoportuno.
Pero también tenemos
otras posibilidades. La más socorrida, amigos y familiares. En este caso debemos
comprobar su estado. En segundo lugar, acudir a comercios. Preferiblemente
comercios pequeños de nuestro barrio. Aunque era una tarea más sencilla hace
unos años, todavía podemos encontrar cajas con relativa facilidad.
Debemos evitar por lo general tiendas de comida fresca, como
fruterías y similares. A buen seguro que tienen un buen puñado de cajas, pero
no estarán en condiciones de ser utilizadas. Aunque parezcan tener buen aspecto
pueden ocultar pequeñas humedades que irán a más e incluso insectos. Lo ideal
son tiendas de electrónica, informática, ropa… Como vemos, el principal
problema de conseguirlas de forma gratuita es la integridad de las cajas,
aunque si somos organizados y nos ponemos manos a la obra con tiempo suficiente
podemos ir seleccionando las que están en mejores condiciones.
Por supuesto podemos combinar las dos opciones, buscar cajas
entre amigos y en comercios, y adquirir las que necesitamos si no tenemos
suficiente o su estado no nos convence.
Por último, aprovechando nuestra vuelta por el barrio en
busca de cajas, podemos comprar cinta adhesiva, papel de burbujas y pegatinas
de colores. Por aquello de no dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy.
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